No te soporto. No quiero verte, me creas angustia sólo con escucharte, me irritas. Odio que no me hagas caso, odio que no me escuches, odio que sea siempre la segundona en todo, odio que le des importancia a quién no se la merece, tener que decirte 'deja de hablar de ella, no vale la pena, sólo te hará sufrir', odio celarme por ti, odio tu comportamiento victimista, odio que hayas olvidado nuestro pasado, odio ser la única que lo recuerda con nostalgia, con cariño...
Y, en cambio, no puedo llegar a odiarte. Me faltan ganas, fuerzas, para llegar a eso, como también para no hacerte caso, lo intenté, intenté no mirarte, no pensar en ti, pero era IMPOSIBLE, mi mirada se iba para ti y mi mente se pasó todo el día en la luna... Y lo peor es que no puedo soltar todo esto si no es aquí, escribiendo.
¿Dónde fueron a parar esos tiempos en los que podía hablar con mis amigos de todo, de lo que sentía, de lo que pensaba, de lo que me rallaba? ¿Dónde fue mi yo que podía abrirse con quién quisiera?
Mejor dicho, ¿dónde fueron esos tiempos en los que lo único que me preocupaba era con quién iba a jugar esa tarde, lo que tenía para comer, o si mi madre me iba a dar dinero para comprar chuches, para merendar o para comprar los cromos que quisiera? ¿Dónde se fue esa inocente e ingenua yo?
Ya no existe, supongo. He madurado, demasiado pronto maduré, hace muchos años ya que me di cuenta que la vida le da puñaladas a quién no se las merece, porque algo muy malo he tenido que hacer yo para vivir algo así. Y no es que sea egocéntrica y me crea la mejor persona del mundo, que no lo soy ni por asomo, pero no creo haber sido tan mala persona como para sufrir tales estocadas. Son demasiadas durante mis 17 años y eso pesa, pesa demasiado.
Demasiado...
Aunque sean otros tiempos, sabes que conmigo puedes hablar
ResponderEliminar